sábado, 27 de septiembre de 2014

A mi Zahid




Era una mañana común, como cualquier otra. Me vestía rápidamente para salir cuando ese dolorcillo nuevamente me puso sobrealerta. Ya lo estaba sintiendo desde hacía una semana pero  esta vez
era un poco más intenso. Definitivamente algo extraño pasaba en mi cuerpo. Luego de hacer un par de llamadas empecé  a sentir cierta angustia ante la incertidumbre de lo que ocurría… ¿y si estaba embarazada? Observé mi cuerpo y sí, algo inusual estaba ocurriendo conmigo. Las diferentes emociones que me embargaban no se pueden describir, una mezcla extraña de sentimientos, preocupaciones y dudas. Convinimos con Marco en que lo mejor sería realizar unos análisis de sangre. Su compañía me fortaleció definitivamente, pero aquellos minutos en espera de los resultados se hicieron eternos. Finalmente ellos corroboraron lo que ya presentía, mi cuerpo no era más únicamente mío, ahora lo estaba compartiendo con alguien. Las lágrimas se apoderaron de mí al observar aquella hermosa palabra: POSITIVO. No lo alcanzaba a creer, era demasiado para mí. ¿Qué nuevo sentimiento era aquel que me invadía?A mis 24 años no había  experimentado una dicha igual. Desde ese momento te amé hijo mío. Estabas allí, formándote dentro de mí contra todo pronóstico y cuidado (y vaya que tuvimos cuidado😉). Fue entonces que empecé a dar mis primeros pasos como mamá, como tu mamá. No hay palabra que alcance a expresar lo hermoso de serlo .Y a medida que ibas creciendo dentro de mí, mi amor por ti se incrementaba también. Cada malestar y dificultad propia del embarazo fue atenuada por la felicidad de saber que pronto te tendría en mis brazos. Mi vientre fue haciéndose cada vez más grande, pero mi corazón creció mucho más. Cuando te cantaba, te hablaba, te acariciaba y sentía alguna patadita de respuesta  mi alegría no tenía límites. Y finalmente, cuando después de unas largas seis horas (tuve un post operatorio muy doloroso) te entregaron a mí, tuve la certeza que nada habría en el mundo más importante que tú.

Amé tu pequeño rostro, tu frágil cuerpecito. Me sentí bendecida al amamantarte.  Mis noches de descanso se convirtieron en dulces desvelos. Me sentía morir cuando nada parecía remediar tus cólicos queriendo ser yo quien llevara tu dolor. Disfruté maravillada tus primeras y grandes sonrisas, tus dulces y profundos agú, tus sueños de ángel, tus primeros pasos… Fuiste creciendo, te convertiste  en un pequeño muy inquieto, travieso, juguetón. Y yo crecí contigo aprendiendo a ser mamá, a amarte por ser tú, siempre distinto a todos, a tolerarte, a perdonarte, a cobijarte en mi corazón. Y si más de una vez perdí la paciencia fue por enseñarte a ser un niño de bien, porque te amo más que a nada en el mundo y no quisiera que vayas por caminos equivocados.
Hoy que acabas de cumplir ocho años, al verte dormir cerca  a mí, al sentirte buscarme al cerrar y abrir tus ojos cada noche, añoro los momentos en que eras pequeño y dependías tanto de mí… y quisiera  poder tenerlos de vuelta para volver a disfrutarlos al máximo, pero sé que es imposible. Entonces, disfruto  tu sonrisa pícara, tus palabras de niño grande, tus juegos bruscos, tus enojos, tus aún inocentes preguntas.. y me siento en el cielo cuando me dices que soy tu princesa y que siempre me vas a amar. Te adoro mi tierno Zahid.  Dios bendiga cada  paso tuyo, hijo mío.




2 comentarios:

  1. Amigaaaa!!! Me encantó tu blog... desde el nombre. Tu primer post es excelentemente tierno. Realmente me has hecho sentir el amor y el desprendimiento que las mamás sienten y hacen por sus hijos. La foto de Zahid está precisa, sigue manteniendo la inocencia en su mirada y la sonrisa. FELICITACIONES!!! José Luis

    ResponderEliminar
  2. Gracias amigo Jose por tus lindas palabras. Estoy aprovechando los escasos momentos libres para hacer algo productivo y realmente lo estoy disfrutando. Un abrazo!!

    ResponderEliminar