Hace unos
ocho años conocí el amor en su expresión más sublime e incomparable: mi Zahid.
En mi limitada experiencia de vida asumí
que jamás podría amar a otra persona
con la misma intensidad y pasión. Incluso, el solo pensar en la
posibilidad de un segundo hijo me disgustaba pues –horror, cómo siquiera podía
pensar que iba a desatender a mi adorado bebé para dedicar tiempo a “otro”-,
imaginaba que mi vocación de madre era sólo para él y nada más que para él. Y
conforme crecía, me iba enamorando más de él, de sus tiernas palabras, sus
alocadas travesuras, sus gestos de amor, su apego para conmigo. Jamás hubiera
pensado entonces que en unos años un
segundo hijo traería de vuelta aquellos sentimientos, talvez con un nuevo
matiz: el de la madurez.
Momentos antes del nacimiento de Jared |
Y Dios me otorgó
tan hermoso obsequio envuelto en
ternura, con un gran lazo de amor. Mi cuerpo te abrazó y empezó a acunarte, te protegió y poco a poco te fue formando. Gracias Señor por haberme dado el
privilegio y la bendición de ser madre nuevamente, de ser tu madre, mi bebé.
Ya han
pasado cinco meses desde que naciste y no puedo ser más feliz. Eres
el ángel que ha llegado a poner nuestro hogar de cabeza, a inundar de ternura la casa, a
hacer de nuestra vida un hermoso caos donde todo gira en torno a ti, a tu dulzura, a tu
fragilidad, a tus exigencias, a tus necesidades, a tus llantos, a tus sueños.
Fuiste varón desde nuestro primer deseo de
tenerte. Te hemos amado desde que empezó a existir en nuestro hogar la
posibilidad de tu existencia. Y cuando esta se concretó, la felicidad que
conocíamos adquirió un significado más pleno, le diste una dimensión aún más maravillosa a nuestro pequeño pedazo de cielo. La noche
en que te conocí, a unos minutos de haber nacido, me sentí inmensamente
bendecida. Y me percaté de lo divino del amor, que fluye sin barreras y en
abundancia para con uno, dos o más hijos si ese fuera el caso. Amé tu primer llanto, tus ojitos aún cerrados,
tus manitos tan perfectas, tu frágil cuerpecito. Y al observarte dormir en tu cunita, al sentir tu calorcito en mis
brazos no puedo dejar de agradecer a Dios por darme tan sublime bendición. Hoy
ya tienes más de cinco meses y estoy más enamorada que nunca de ti, de tu
hermosa sonrisa desdentada, de tu tierna y cuestionadora mirada, de tus gritos
destemplados, de tus dulces águuu, de tus pataditas de ciclista, pero también de
tus inexplicables enojos, de tus llantos y suspiros, de tus manitos que hacen
de mi cabello su juguete favorito.
Simplemente no me alcanzan las palabras para describir
la felicidad de tenerte, y yo que no creí poder amar tanto a otro hijo, me
siento la madre más afortunada del mundo. Eres la mayor alegría de tu hermano y
papá mira el mundo a través de tus ojos. Has traído tanta ternura y dicha a
nuestra familia que hoy me pregunto cómo pudimos vivir sin ti todo este tiempo.
Primeros días de Jared en casa |
Ya somos cuatro y apenas alcanzamos en la cama cuando jugamos. Ahora con Zahid hemos
aprendido a hablar con susurros cuando tú
duermes, a sacar chanchitos, a cantar canciones de cuna, a cambiar pañales.
Y nos encanta escuchar tus carcajadas, “conversar” contigo, alzarte,
apapacharte y morimos por tus besos
babosos.
Es una
bendición ver cómo vas creciendo y llenándote de vida cada día, cómo vas
desarrollando tus habilidades, cómo tus sonrisas se hacen más hermosas cada
vez, cómo tus ojitos quieren hablar por ti, cómo tus llantos se hacen más fuertes
cuando quieres algo y no lo consigues.
Gracias hijo
mío por traer tanta ternura a nuestra vida, por hacer estos días inolvidables,
por hacerme sentir la madre más afortunada del mundo al tenerte. Te he recibido y cobijado con el
mayor amor del mundo. He decidido dedicarme a ti este tiempo porque estás
pequeño y me necesitas. Siento que no hay lugar más seguro para ti que mis
brazos, no hay mejor cuidado que el que yo te puedo dar, no hay cariño más puro
ni atención más esmerada, así como tampoco hay alimento más saludable que el
que mi cuerpo te brinda.
Es cierto
que ahora mis días no tienen feriados, no distinguen fines de semana, no puedo
salir con mis amigos ni hacer los viajes que me encantan. Tampoco puedo dormir
más de tres horas seguidas, no me peino muy a menudo y casi siempre almuerzo de pie. Pero te tengo
a ti, mi Jared Gabriel, mi cachetón precioso, mi tesorito lindo, mi otro pedazo
del corazón. Y eso es lo más maravilloso que me puede estar pasando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario