viernes, 21 de noviembre de 2014

Mi segundo hijo


Hace unos ocho años conocí el amor en su expresión más sublime e incomparable: mi Zahid. En mi limitada experiencia de vida  asumí  que jamás podría amar a otra persona  con la misma intensidad y pasión. Incluso, el solo pensar en la posibilidad de un segundo hijo me disgustaba pues –horror, cómo siquiera podía pensar que iba a desatender a mi adorado bebé para dedicar tiempo a “otro”-, imaginaba que mi vocación de madre era sólo para él y nada más que para él. Y conforme crecía, me iba enamorando más de él, de sus tiernas palabras, sus alocadas travesuras, sus gestos de amor, su apego para conmigo. Jamás hubiera pensado  entonces que en unos años un segundo hijo traería de vuelta aquellos sentimientos, talvez con un nuevo matiz: el de la madurez.
Momentos antes del nacimiento de Jared
Y Dios me otorgó tan hermoso  obsequio envuelto en ternura, con un gran lazo de amor. Mi cuerpo te abrazó y empezó a acunarte, te protegió y poco a poco te fue formando. Gracias Señor por haberme dado el privilegio y la bendición de ser madre nuevamente, de ser tu madre, mi bebé.

Ya han pasado cinco meses desde que naciste y no puedo ser más feliz. Eres el ángel que ha llegado a poner nuestro hogar  de cabeza, a inundar de ternura la casa, a hacer de nuestra vida un hermoso caos donde todo gira en torno a ti, a tu dulzura, a tu fragilidad, a tus exigencias, a tus necesidades, a tus llantos, a tus sueños.

Fuiste varón desde nuestro primer deseo de tenerte. Te hemos amado desde que empezó a existir en nuestro hogar la posibilidad de tu existencia. Y cuando esta se concretó, la felicidad que conocíamos adquirió un significado más pleno, le diste una  dimensión aún más maravillosa  a nuestro pequeño pedazo de cielo. La noche en que te conocí, a unos minutos de haber nacido, me sentí inmensamente bendecida. Y me percaté de lo divino del amor, que fluye sin barreras y en abundancia para con uno, dos o más hijos si ese fuera el caso. Amé  tu primer llanto, tus ojitos aún cerrados, tus manitos tan perfectas, tu frágil cuerpecito. Y al observarte dormir  en tu cunita, al sentir tu calorcito en mis brazos no puedo dejar de agradecer a Dios por darme tan sublime bendición. Hoy ya tienes más de cinco meses y estoy más enamorada que nunca de ti, de tu hermosa sonrisa desdentada, de tu tierna y cuestionadora mirada, de tus gritos destemplados, de tus  dulces águuu,  de tus pataditas de ciclista, pero también de tus inexplicables enojos, de tus llantos y suspiros, de tus manitos que hacen de mi cabello su juguete favorito.

Simplemente no me alcanzan las palabras para describir la felicidad de tenerte, y yo que no creí poder amar tanto a otro hijo, me siento la madre más afortunada del mundo. Eres la mayor alegría de tu hermano y papá mira el mundo a través de tus ojos. Has traído tanta ternura y dicha a nuestra familia que hoy me pregunto cómo pudimos vivir sin ti todo este tiempo.
Primeros días de Jared en casa
Ya somos cuatro y apenas alcanzamos en la  cama cuando jugamos. Ahora con Zahid hemos aprendido a hablar con susurros cuando tú  duermes, a sacar chanchitos, a cantar canciones de cuna, a cambiar pañales. Y nos encanta escuchar tus carcajadas, “conversar” contigo, alzarte, apapacharte  y morimos por tus besos babosos.  

Es una bendición ver cómo vas creciendo y llenándote de vida cada día, cómo vas desarrollando tus habilidades, cómo tus sonrisas se hacen más hermosas cada vez, cómo tus ojitos quieren hablar por ti, cómo tus llantos se hacen más fuertes cuando quieres algo y no lo consigues.

Gracias hijo mío por traer tanta ternura a nuestra vida, por hacer estos días inolvidables, por hacerme sentir la madre más  afortunada del mundo  al tenerte. Te he recibido y cobijado con el mayor amor del mundo. He decidido dedicarme a ti este tiempo porque estás pequeño y me necesitas. Siento que no hay lugar más seguro para ti que mis brazos, no hay mejor cuidado que el que yo te puedo dar, no hay cariño más puro ni atención más esmerada, así como tampoco hay alimento más saludable que el que mi cuerpo te brinda.

Es cierto que ahora mis días no tienen feriados, no distinguen fines de semana, no puedo salir con mis amigos ni hacer los viajes que me encantan. Tampoco puedo dormir más de tres horas seguidas, no me peino muy a menudo  y casi siempre almuerzo de pie. Pero te tengo a ti, mi Jared Gabriel, mi cachetón precioso, mi tesorito lindo, mi otro pedazo del corazón. Y eso es lo más maravilloso que me puede estar pasando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario