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Entre las nubes de Kuelap |
A Marco y a mí nos encanta viajar. Lo
hacemos cada vez que el tiempo y la economía nos lo permiten. Es realmente hermoso conocer tantos lugares maravillosos que tiene
nuestro país. Generalmente solemos hacer estos viajes a medio año o a fin de
año que es cuando coinciden nuestros días libres. Es increíblemente
gratificante poder salir del estrés del
trabajo, de la rutina diaria, respirar aires nuevos, cambiar el paisaje al que
nuestros ojos están acostumbrados. Esa rica
sensación de bajar de un bus o del avión en una ciudad que visitas por primera
vez y sentir que estás “descubriendo”
nuevas tierras, percibir una atmósfera diferente, ver otro cielo, otros
rostros, respirar un aire distinto y sentir que tienes el control de unos tres
o cuatro días sólo para disfrutarlos, para pasear por allí, para conocer sus
atractivos, para probar sus comidas, para sencillamente recorrer sus calles, es
realmente fabulosa. Se convierte en una
experiencia que te llena de energía, de endorfinas, te renueva y te invita a
ser feliz.
Uno de los viajes que más he podido
disfrutar ha sido el que realizamos hace unos tres años a Chachapoyas. Siempre
me habían llamado la atención los mausoleos enclavados en las montañas y los
lindos cachetones de los sarcófagos de Karajía que se muestran en todo libro de
historia peruana, así que tenía un gran
anhelo de conocerlos face to face.
Además, este lugar es un destino muy recomendado para el turismo por todas las
alternativas que ofrece: Kuélap, Cataratas de Gocta, Revash, Leymebamba,
Quiocta y más.
Era diciembre, el verano empezaba a hacerse notar en nuestra ciudad. Conforme se acercaban las horas de viajar, el corazón se iba acelerando más. Un nuevo destino nos esperaba.
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Plaza de Armas de Chachapoyas |
En la ciudad donde vivimos, Trujillo, la
única agencia que tiene este destino es Móvil Tours. No hay vuelos
comerciales a Chachapoyas, así que nuestro pasaje fue adquirido con cierta anticipación vía terrestre. Si planeas viajar en feriados, la sugerencia es comprar los
pasajes de ida y de retorno, así ya no tienes que preocuparte del tema y puedes
planificar tus días y horarios ajustándote a las fechas previstas.
El viaje fue un poco largo. Duró doce horas aproximadamente desde Trujillo, pero apenas si lo pudimos notar pues pasamos la mayor parte del tiempo
durmiendo. Al acercarnos a la ciudad, pudimos percibir cómo nos iba envolviendo su encantadora neblina. Literalmente, Chachapoyas es una ciudad que da la impresión de estar enclavada entre las nubes pues ellas rodean todo el panorama, y se pueden apreciar cerquísima a uno. Al descender del bus puedes sentir el frío que te va calando poco a poco, así como el oxígeno purísimo que va llenando tus pulmones.
Como la agencia quedaba relativamente cerca a la
Plaza de Armas, nos dirigimos hacia ella a pie. En realidad, la ciudad es pequeña y para movilizarte puedes
desplazarte caminando o si prefieres, tomar mototaxi.
Era de mañana cuando llegamos y una creciente llovizna nos recibió dándonos la bienvenida cual ligeras caricias en el rostro. Luego nos enteraríamos que habíamos llegado en temporada de lluvias por lo cual era preciso tomar algunas precauciones pues en el momento menos pensado podía desencadenarse una precipitación torrencial.
Nos alojamos en el Hostel Plaza que queda
frente a la Plaza de Armas. Es un hotel sencillo pero confortable si lo que
buscas es descanso. Tiene una hermosa vista al jardín con cielo abierto para
disfrutar una charla bajo la luz de la luna antes de descansar.
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Vista nocturna del interior del Hostal Plaza donde nos alojamos |
Chachapoyas es una ciudad que posee muchos atractivos turísticos. Conocer todos ellos en solo cuatro días que teníamos destinados era poco menos que
imposible, así que tratamos de aprovechar el tiempo al máximo y empezar cuanto
antes con los tours.
Hay varias agencias de turismo ubicadas en
las calles adyacentes a la Plaza de Armas.
Los circuitos tienen un costo aproximado de 70 u 80 soles por persona.
Duran prácticamente todo el día porque los lugares se hallan lejos de la
ciudad. Sales a las 8 de la mañana y regresas a las 6 o 7 de la noche. El tour
no incluye almuerzo, por tanto eso se debe considerar como un presupuesto aparte.
Lo hermoso y encantador de estos circuitos es que
absolutamente todos son de aventura. En el circuito que te embarques debes caminar, trotar, escalar o ir a
caballo. Y si es bajo la lluvia, mejor.
Se entenderá que debes llevar ropa ligera, que te permita disfrutar el
recorrido, gafas de sol, gorro, bloqueador, abundante agua y paraguas o poncho
de lluvia especialmente si vas en temporada de lluvia. Creo que fue ese el ingrediente que hizo especial este viaje pues llovía casi todo el día, no grandes chubascos pero sí lo suficiente como para
usar paraguas y botas de jebe. Estas últimas se pueden hallar en alquiler en cualquier punto de los tours o en la ciudad misma.
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Camino a Kuelap |
El primer día hicimos el circuito de
Kuelap, el más ¨suave¨ de todos los que se ofrecían, a nuestro parecer. Para
llegar a la ciudadela tuvimos que caminar aproximadamente 30´ desde donde nos dejó el bus del tour. Algunos turistas prefieren alquilar caballos para evitar el cansancio que produce caminar en la altura, más aún cuando no estás acostumbrado a ello. El camino para llegar a Kuélap es un disfrute bárbaro. Aunque está lleno de peldaños (casi media hora avanzas subiendo escalinatas), tu cansancio se compensa con la hermosura del paisaje, el aire con ese agradable olor a tierra mojada y la satisfacción final de ver asomar ante tus ojos la imponente fortaleza.
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Una experiencia sublime, increíble. |
Es entonces cuando sientes que te invade un enorgullecimiento patriótico increíble, una admiración genuina hacia aquellos chachapoyas que construyeron sus infranqueables muros y los defendieron al punto de no dejarse conquistar por los temidos incas. Mirar Kuélap es asombroso; sentirla bajo tus pies, mágico; tocarla, un sueño hecho realidad. ¡Lo máximo!.
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Afrontando la lluvia en la cima de la ciudadela |
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Las nubes besan el techo de la choza Kuélap |
El siguiente día nos esperaba un tour doblemente emocionante y no menos hermoso ni agotador. Cavernas de Quiocta y Sarcófagos de Karajía. Las Cavernas se hallan a una hora y media de la ciudad de Chachapoyas. Para llegar hasta ellas fue preciso alquilar botas y caminar alrededor de 15´ desde la parada del bus. Este destino es imperdible si tienes espíritu aventurero. Pero si padeces
claustrofobia, no debes hacerlo ¡No! Y tampoco puedes recorrerlas solo. Es
preciso ir acompañado, créeme.
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Entrada a las cavernas de Quiocta |
Al ingresar a ellas puedes darte cuenta como paulatinamente vas dejando de ver la luz del día para ingresar a un mundo de oscuridad total, del inframundo (digo, de la más oscura noche que hayas vivido). Caminamos sumergidos en esa oscuridad, alertados y dirigidos por la linterna del guía-que se distinguía muy poco, dicho sea de paso- por espacio de casi una hora. Al tenue chorro de luz que nos alumbraba podíamos distinguir muchos, muchísimos muerciélagos (horror, vampiros!) y a cada paso cientos de cráneos humanos , sí , ¡Cráneos humanos! que permanecen a modo de guardianes de estas estructuras. Ocurre que estas cavernas son una maravilla de la naturaleza donde la constante humedad y el agua han formado abundantes estalactitas de las más caprichosas formas. Las más grandes miden más de tres metros y se han formado durante miles de años. Debes ser un viajero con gran espíritu de aventura para que disfrutes el caminar a oscuras en una caverna inmensa, cuyo fin es aún inexplorado, para que no te asustes con los miles de murciélagos que viven allí, para que tomes con buen sentido de humor los resbalones y caídas al agua en tus desacertados pasos a ciegas.
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Interior de la caverna, punto estratégico de parada que permite mayor iluminación. |
Después de dos horas de caminar a oscuras,
salir de la caverna y ver nuevamente el hermoso día es increíblemente
sensacional.
De allí retornamos a almorzar al pueblo
donde nos alquilaron las botas y partimos rumbo a Karajía. Iba tan emocionada
porque al fin iba a conocer a mis cachetones, sí, aquellas estatuas de amplios cachetes que tanto había admirado en los libros y que los creía inalcanzables. En realidad, y para mi gran decepción, sí estaban inalcanzables. Se hallaban sentaditos allá arriiiiiiba, lejos de mis manos.
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Sarcófagos de Karajía,arriba. Nosotros, abajo. :( |
Los sarcófagos son un tipo de ataúd con formas humanas elaborado por los increíbles chachapoyas para hacer descansar allí a sus difuntos más preciados. Se hallan
enclavados en la montaña a la ribera del río. Es prácticamente imposible llegar
hasta ellos. Sin embargo, fue una emoción muy grande verlos tan cerca después
de haberlos admirado por muchos años a través de imágenes.
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A unos metros de altura, sin posibilidad de escalar, montaña inaccesible |
Miden aproximadamente dos metros y medio de altura, y su posición en lo alto tenía como objetivo proteger a su pueblo. De hecho, por haberlos construido en lugares tan inaccesibles aún permanecen hasta hoy salvaguardándose de aquellos saqueadores y traficantes que se limitan a codiciarlos.
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Emocionada por conocerlos, aunque de lejos. |
Embargados de emociones retornamos a la ciudad. Por la noche tuvimos un alegre reencuentro con
Osquitar Mosquera, nuestro compañero de
la Universidad y quien personifica la gentileza y cordialidad de los
chachapoyanos: Un rico chifa, una pequeña caminata por el pueblo, una cerveza
negra bajo la luna y a descansar.
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Chachapoyas, noche de reencuentro con Osquitar Mosquera |
Al día siguiente hicimos el circuito Revash, el más agotador
pero no menos hermoso. Como era temporada de bajo turismo y este lugar no
tenía mucha demanda por ser alejado y esforzado, no se ofrecía en los
circuitos, pero no podíamos dejar de hacerlo pues era uno de los más
impresionantes. Hicimos trato con un guía y un servicio de transporte pequeño, sólo
para nosotros. Salimos de la ciudad muy temprano con cielo lluvioso. Después de
casi dos horas de recorrido en el auto, llegamos a la base de la montaña desde
donde partimos con nuestro guía, un profesor de Historia con amplio
conocimiento de la cultura Chachapoyas, rumbo a las alturas donde se encuentran los mausoleos de Revash.
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Allá, muy arriba, en la montaña, nuestro destino final: los mausoleos |
Se veían cerca, o al menos, no tan lejos como lo están. Emocionados por llegar a ellos (Ahí sí podíamos llegar) empezamos nuestra caminata. Fue un ascenso lento, un poco riesgoso por la insistente llovizna y muy pero muy largo. Cada cierto tiempo nos deteníamos para hidratarnos pero debíamos apurarnos pues el cielo amenazaba con tormenta. Caminamos casi ¡3 horas de ida y 3
más de vuelta! Una de las caminatas más esforzadas que he realizado en mi vida. Y es que se trataba de un ascenso a la montaña. EL destino se veía relativamente cerca pero llegar allí no fue fácil. Sin embargo, valió la pena el esfuerzo. Admirar los mausoleos trabajados
en la misma montaña, casi inaccesible, sentir el espíritu guerrero de los
Chachapoyas, visualizar el valle desde lo alto y sobre todo palpar, tocar,
respirar esas construcciones milenarias fue nuestra mejor recompensa.
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Lo logramos!! |
Tomé un
pedazo de aquel barro modelado y pigmentado por los chachapoyas hace miles de años para decorar los mausoleos (de los
varios fragmentos sueltos esparcidos, por supuesto, no destruyendo el
patrimonio) y hasta hoy lo guardo entre mis recuerdos en casa. Fue sensacional disfrutar esos minutos en aquellos impresionantes mausoleos que hemos heredado de nuestros antepasados.
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Mausoleos de Revash |
El retorno fue trágico,
ya no sentíamos los pies al llegar a donde nos esperaba nuestro chofer.
Aún teníamos unos minutos para ir a Leymebamba, un acogedor pueblo dedicado al turismo y a la industria de la leche. Allí solo pudimos visitar rápidamente el museo que alberga más de 200 momias Chachapoyas recuperadas de la Laguna de los Cóndores.
Nunca había visto tantas momias juntas y en tan perfecto estado de conservación. Se pueden distinguir incluso las decoraciones de los fardos que las envuelven, las cuerdas y muchas ofrendas funerarias intactas al paso de cientos de años.
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Afueras del museo de Leymebamba |
En Leymebamba se producen muchos derivados de la leche, así que si te animas a realizar una parada aquí, no puedes dejar de probar el manjar blanco leymebambino que es una exquisitez al paladar.
El último día lo reservamos para las
Cataratas de Gocta. Nos habían dado muy buenas referencias de este tour, pero
todas quedaron pequeñas después de vivirlo. Una increíble caminata de casi 2
horas de ida y 2 de vuelta en medio de la selva, desde el pueblo de Cocachimba, con chubascos que atravesaban todo, incluso el poncho de agua!
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Al fondo, la catarata parece estar cerca |
Pudimos apreciar la hermosura de nuestra selva, su
flora y fauna tan diversa, tan hermosa, caminar con el fango a media pierna, y allá, al final, la majestuosa catarata
dividida en dos caídas, una de más de 200 metros y la segunda más de 500
metros. Sencillamente impresionante.
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Caminando entre la selva, bajo lluvia y sol, rumbo a la catarata |
Es un espectáculo tan hermoso que las palabras
quedan cortas para describirlo. Es allí donde la naturaleza te muestra su
belleza, su poder, su equilibrio; donde te sientes entonces parte del universo
y percibes claramente la grandeza de nuestro Creador.
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Bajo la segunda caída de la catarata, empapados y desbordando adrenalina |
Es hora de volver al
pueblo de Cocachimba a almorzar. Llegamos a eso de las 3 p.m. Un almuerzo exquisito
pero un tanto frugal y bajo el apuro del guía porque la tormenta arreciaba.
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Para el retorno, un caballo se apiadó de mi esposo |
Es así como terminaron nuestros cuatro días
de aventura en la provincia de Chachapoyas, días inolvidables, llenos de
adrenalina, de emociones intensas, de sabores distintos, de lluvia, de frío en
las noches, días memorables que podríamos volver a repetir añadiendo unos más
para los tantos lugares que nos faltaron.
Me encantaría hacer el trekking a la Laguna de los Cóndores, pero sólo
para eso se necesitan 3 días así que hay que planificarlo bien.
Así pues, recomiendo este destino a todos
los que aman el Perú profundo, a aquelos que aman la aventura, pero sobretodo, que aman el hacer turismo a lo guerreros, a lo
Chachapoyas. ¡Suerte!
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No podía regresar sin abrazar a un cachetón! |